La segunda nota discordante del viaje de vacaciones, sonaba desafinada, tremendamente desafinada. Era una nota oscura, amarga, dolorosa...
Al volver de las vacaciones, lo que había comenzado como un dolor de vientre, acabó convirtiéndose en una oclusión intestinal. El cáncer, tras una tregua de seis meses, y a pesar de la quimioterapia, parecía crecer. Y apareció otra palabra,maldita, rotunda y derrotista:"carcinomatosis".
Y aparecía en forma de sentencia casi inapelable, definitiva y abrumadora, como todas las sentencias.
Lo que en Junio eran tres minúsculas lucecitas, levemente encendidas en una compleja prueba diagnóstica, se habían convertido en Septiembre en tres manchas, visibles ya en una simple ecografía. El dolor, la angustia y las salas de espera volvieron. Y volvieron los ingresos hospitalarios, las miradas furtivas y los silencios repentinos a nuestro paso.
No volvieron, porque nunca se fueron -...siempre estuvieron ahí...- el cariño, el apoyo y el cuidado de los compañeros -nunca, nunca os lo agradeceré lo bastante...- y rebrotó el cuidado amoroso de la familia.
Esta vez, nos tocó hacer escala en otro hospital, más grande que los anteriores. Otra vez lejos de casa, de los niños, de la bendita rutina...
Y sin embargo, lejos de casa, entre desconocidos, de nuevo hemos descubierto el calor, el amparo y el cuidado de compañeros que, a pesar de no habernos visto nunca y de desconocer que trabajamos en lo mismo, nos han hecho sentir una vez más como en casa. Nos hemos encontrado con la entrega y la dedicación, casi sobrehumana, de unas personas que nunca dan nada por perdido, que se implican personalmente y sin miedo en cada caso y, sobre todo, con cada persona que acude a ellas buscando ayuda. Buscando esperanza. Buscando vida.
Tambien hemos descubierto el calor y la complicidad de los distintos compañeros de habitación que hemos tenido. Hemos encontrado eso que alguien llama "los amarillos"; personas que se cruzan en tu camino y en tu vida en los momentos difíciles para no salir ya jamás de ella.
Nos hemos sometido a otra intervención quirúrgica, más agresiva que la anterior, y con más incertidumbre, que nos ha traído hasta Córdoba, y otra vez, entre las oscuras nubes que intentaban ahogarnos, hemos visto la luz de la esperanza, hemos visto gente entregada a su trabajo; hemos visto enfermos luchadores. Y tambien por desgracia, enfermos conformistas, derrotados ya antes de comenzar la batalla...víctimas más de sí mismas que de la enfermedad...Hemos visto el lado oscuro del desánimo. Incluso llegas a sentir cómo esa sensación intenta apoderarse de tí, contagiarse de una persona a otra, intentando anidar en tu alma y en tu cuerpo. Pero no en nosotros; no nos hemos dejado.
Esta vez han sido más días de espera, más kilómetros a recorrer, más trenes, más noches de duermevela, otra interminable espera en una inmensa sala, esperando oir cómo te llaman -"...familiares de..." - e intentando adivinar en décimas de segundo, aquello que te van a decir a continuación...intentando descubrir por los gestos y las miradas, en el corto espacio que separa una puerta que se abre de una silla que te ofrecen, y con el miedo y la incertidumbre mordiéndote las tripas y el alma de nuevo, si te van a dar buenas o malas noticias. Si la lucha continúa o no...
Y continúa...ya lo creo que continúa. No se encontró nada que no supiéramos que ya estaba; se arreglaron los desperfectos, se limpió lo que había que limpiar y nos dieron la mejor de las noticias...Podíamos seguir adelante.
Hoy hace un mes del alta. Y todo vuelve a estar "bajo control"...Estamos de nuevo en casa, recuperando la rutina y el peso perdido...
domingo, 26 de octubre de 2008
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