Fue curioso, ver cómo la gente cambió rdicalmente la forma de tratarnos; y de tratarme...
De repente, ya no era yo, o no era ya solamente yo; era el marido de una enferma de cancer; era un amante y sufridor esposo; me habia convertido en un "presunto viudo".
Miradas furtivas, silencios repentinos, que se rompían al volver la espalda, caras y gestos entre amistosos y condescendientes, entre comprensivos y cariñosos, pero siempre intentando mantener el tipo y la compostura.
Algunos, los menos, procuran mantener una distancia que les evite el mal rato y el desasosiego; otros ,decididos, vienen a tu encuentro, con la mirada, los brazos y el corazón abiertos. Los hay que han pasado por algo semejante, y se ven reflejados en tí. Y se ve en su mirada cuando te hablan.
Un presunto viudo suscita una ola de simpatía -más si se tienen hijos pequeños- que le hace merecedor de halagos y de atenciones. Queda revestido de un halo de casi santidad, que lo envuelve y que hace que se olviden todos los errores pasados; uno es mejor persona siendo presunto viudo; es más guapo y hasta más alto, diría yo. Todo tiene disculpa, en caso de cometer algún error, y la culpa siempre es del estrés, del dolor, del agotamiento... Eres el centro de atención. Llevar adelante una casa, unos hijos, una mujer imposibilitada por la enfermedad...toda una heriocidad. Uno se convierte casi en leyenda.
Casi casi diría, que se puede llegar a apreciar y a disfrutar, en algunos momentos, del estatus de "presunto viudo", ante las innumerables ventajas que, temporalmente, presenta...
lunes, 2 de junio de 2008
Tengo miedo....
Tengo miedo. A veces es un miedo sordo, contínuo; un compañero de viaje íntimo y desolador, del que no puedes escapar. A veces es un miedo agudo, inmediato, ansioso, que te aplasta y te consume.
Al principio fue el miedo a la muerte de mi mujer, a la horfandad de mis hijos; luego, miedo al dolor y al sufrimiento innecesario, inútil. Miedo al dolor inmediato de las pruebas. Miedo a las secuelas, al avance del cáncer, miedo a la incertidumbre. Miedo a las recaídas, a las recidivas.
Y ahora tengo miedo, un miedo tremendo a no estar a la altura, a no ser capaz de soportar la presión, a no poder adaptarme a los cambios; miedo a huir. A intentar escapar. Miedo de despertarme un día pensando que ésta no es mi vida; que no me la merezco...Que si ella no puede por qué yo no...
El miedo se subió conmigo en el coche el primer día, y desde entonces me acompaña, más o menos visible, pero siempre presente. A veces es un miedo compartido, y a veces es un miedo en solitario, oculto, como una suerte de onanismo, involuntario, pero puntual y cierto.
Al principio fue el miedo a la muerte de mi mujer, a la horfandad de mis hijos; luego, miedo al dolor y al sufrimiento innecesario, inútil. Miedo al dolor inmediato de las pruebas. Miedo a las secuelas, al avance del cáncer, miedo a la incertidumbre. Miedo a las recaídas, a las recidivas.
Y ahora tengo miedo, un miedo tremendo a no estar a la altura, a no ser capaz de soportar la presión, a no poder adaptarme a los cambios; miedo a huir. A intentar escapar. Miedo de despertarme un día pensando que ésta no es mi vida; que no me la merezco...Que si ella no puede por qué yo no...
El miedo se subió conmigo en el coche el primer día, y desde entonces me acompaña, más o menos visible, pero siempre presente. A veces es un miedo compartido, y a veces es un miedo en solitario, oculto, como una suerte de onanismo, involuntario, pero puntual y cierto.
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