domingo, 26 de octubre de 2008

El retorno...

La segunda nota discordante del viaje de vacaciones, sonaba desafinada, tremendamente desafinada. Era una nota oscura, amarga, dolorosa...

Al volver de las vacaciones, lo que había comenzado como un dolor de vientre, acabó convirtiéndose en una oclusión intestinal. El cáncer, tras una tregua de seis meses, y a pesar de la quimioterapia, parecía crecer. Y apareció otra palabra,maldita, rotunda y derrotista:"carcinomatosis".
Y aparecía en forma de sentencia casi inapelable, definitiva y abrumadora, como todas las sentencias.

Lo que en Junio eran tres minúsculas lucecitas, levemente encendidas en una compleja prueba diagnóstica, se habían convertido en Septiembre en tres manchas, visibles ya en una simple ecografía. El dolor, la angustia y las salas de espera volvieron. Y volvieron los ingresos hospitalarios, las miradas furtivas y los silencios repentinos a nuestro paso.
No volvieron, porque nunca se fueron -...siempre estuvieron ahí...- el cariño, el apoyo y el cuidado de los compañeros -nunca, nunca os lo agradeceré lo bastante...- y rebrotó el cuidado amoroso de la familia.

Esta vez, nos tocó hacer escala en otro hospital, más grande que los anteriores. Otra vez lejos de casa, de los niños, de la bendita rutina...

Y sin embargo, lejos de casa, entre desconocidos, de nuevo hemos descubierto el calor, el amparo y el cuidado de compañeros que, a pesar de no habernos visto nunca y de desconocer que trabajamos en lo mismo, nos han hecho sentir una vez más como en casa. Nos hemos encontrado con la entrega y la dedicación, casi sobrehumana, de unas personas que nunca dan nada por perdido, que se implican personalmente y sin miedo en cada caso y, sobre todo, con cada persona que acude a ellas buscando ayuda. Buscando esperanza. Buscando vida.

Tambien hemos descubierto el calor y la complicidad de los distintos compañeros de habitación que hemos tenido. Hemos encontrado eso que alguien llama "los amarillos"; personas que se cruzan en tu camino y en tu vida en los momentos difíciles para no salir ya jamás de ella.

Nos hemos sometido a otra intervención quirúrgica, más agresiva que la anterior, y con más incertidumbre, que nos ha traído hasta Córdoba, y otra vez, entre las oscuras nubes que intentaban ahogarnos, hemos visto la luz de la esperanza, hemos visto gente entregada a su trabajo; hemos visto enfermos luchadores. Y tambien por desgracia, enfermos conformistas, derrotados ya antes de comenzar la batalla...víctimas más de sí mismas que de la enfermedad...Hemos visto el lado oscuro del desánimo. Incluso llegas a sentir cómo esa sensación intenta apoderarse de tí, contagiarse de una persona a otra, intentando anidar en tu alma y en tu cuerpo. Pero no en nosotros; no nos hemos dejado.

Esta vez han sido más días de espera, más kilómetros a recorrer, más trenes, más noches de duermevela, otra interminable espera en una inmensa sala, esperando oir cómo te llaman -"...familiares de..." - e intentando adivinar en décimas de segundo, aquello que te van a decir a continuación...intentando descubrir por los gestos y las miradas, en el corto espacio que separa una puerta que se abre de una silla que te ofrecen, y con el miedo y la incertidumbre mordiéndote las tripas y el alma de nuevo, si te van a dar buenas o malas noticias. Si la lucha continúa o no...

Y continúa...ya lo creo que continúa. No se encontró nada que no supiéramos que ya estaba; se arreglaron los desperfectos, se limpió lo que había que limpiar y nos dieron la mejor de las noticias...Podíamos seguir adelante.

Hoy hace un mes del alta. Y todo vuelve a estar "bajo control"...Estamos de nuevo en casa, recuperando la rutina y el peso perdido...

lunes, 29 de septiembre de 2008

Esto sí son vacaciones


Este verano, y antes de saber que volveríamos a vernos las caras con la quimioterapia, teníamos previsto hacer un viaje a Francia para visitar París y navegar por los canales del Nivernais.
Después de mucho sopesar, finalmente decidimos que nos merecíamos hacer un paréntesis entre los ciclos de quimioterapia y marchar toda la familia en tren nocturno con destino a París junto a unos amigos.

Hemos pasado las mejores vacaciones de nuestra vida. Han sido unos días maravillosos e inolvidables. París nos recibió con una sonrisa abierta, con el saber estar de una ciudad que se sabe bella, eterna y que se deja querer. Cálida y amorosa incluso cuando llueve. Como una de esas mujeres que nunca se acaban. Como mi mujer.
No voy a hablar de sus paseos ni de sus plazas, ni de sus puentes, su rio o sus avenidas, porque sería inútil...
Hay que verla. Sentirla, olerla, pisarla.
Entregarse a ella, como ella se te entrega a tí.

Como no, visitamos el parque Disney con los niños. Se lo merecían. Y como no disfrutamos toda la familia...

Despues vino el plato fuerte...viaje hasta Chatel Censoire y a coger el barquito para navegar...Tras media hora de explicaciones, te dejan al frente del timón y ¡ya eres capitán de un barco! ¡a navegar avante toda...!
Bueno, avante toda no, porque el barco tampoco da para correr mucho, afortunadamente.
Todo va a un ritmo pausado, suave, relajado. Ese es el secreto del viaje. Calma, paz, paisajes increíbles, pueblecitos de cuento de hadas, donde con suerte solo encuentras como comercios la panadería y la carnicería, y donde a partir de las siete de la tarde, todo se detiene...

Ha sido muy divertido hacernos con el manejo del barco; reconozco que a mí -que era el presunto capitán y me sabía la teoría al dedillo- me costó algún día más de la cuenta. Suerte que a mi compañero de timón, el barco se le entregó por completo desde el primer momento.

Así, entre risas y esclusas, visitamos desde Clamecy, hasta Auxerre, pasando por Lucy sur Yonne, Mailly la Ville, Cravant, Vincelottes, Vaux, Augy, para volver a Chatel Censoir...

Cada día era una aventura, una aventura con ritmo propio, pues acoplabamos nuestro ritmo de vida al ritmo pausado y cadencioso del rio...Sin prisas, sin estridencias, entre botellas de vino -borgoña, burdeos, chablys...- exquisito pan, deliciosos patés y quesos olorosos y más deliciosos aún si cabe. ¡Ah..! Y el Pastís...no olvidemos el inevitable Pastís de Marsella...

Solo una nota discordante -bueno dos, aunque hoy solo cito una- las famosas "Anduilletes", que por doquier ofrecían los restaurantes y carnicerías como una delicia local. Una especie de salchicha, rellena de algo parecido a tripas, recortes de vísceras huecas...-como si dijéramos casquerías- que fuimos, lo reconozco, incapaces de comer. Totalmente incapaces.

Francia se dejó querer. Definitivamente se nos entregó, con los brazos y el alma abierta, con la calma de una amante que sabe que antes o después volverás a sus brazos.
Y volveremos...ya lo creo que volveremos.

domingo, 27 de julio de 2008

Otro asalto...

Unas vacaciones, eso hemos tenido; unas largas, plácidas y felices vacaciones que han durado desde principios de Febrero hasta el día 9 de Julio. Toda una vida condensada en unos pocos meses.Unas vacaciones sin salas de espera, sin viajes diarios en busca de un soplo de vida en forma de medicación, unas vacaciones con sol y con luz, con nubes blancas, con olor a primavera y a vida, con aires de resurrección incluso. Con banda sonora. Con la calma de saber lo que se retoma, y lo que se queda detrás. Unas vacaciones con planes, con salidas, con viajes. Con baños en la mar y paseos en el campo...

Pero se acabaron las vacaciones, y como un tren, mudo, que arrolla a su paso todo lo que encuentra, vuelve a tu vida la pesadilla de la enfermedad. Imaginaste que quedaba detrás; esperas que se haya acabado todo ya; que igual que te tocó la pesadilla antes, ahora te toque por fín el despertar y ver el día otra vez... pero tu horizonte vuelve a nublarse.


En la revisión de rigor nos han vuelto a encontrar unos pocos y diminutos puntos iluminados, casi como cerillas que se acaban de apagar, minúsculos, insignificantes casi, pero calladamente encendidos. Señales de enfermedad. Avisos de que hay que retomar los viajes a las salas de espera, a los sillones con esparadrapo y quimioterapia, a los pasillos.

Y durante unos días, volvieron las lágrimas, el desánimo, el miedo. Incluso un duelo anticipado y precoz, malsano y paralizante, del que pudimos salir, intentó asentarse entre nosotros y adueñarse de nuestras almas y nuestras mentes. Pero hemos sido otra vez más fuertes. Y más valientes. Y hasta más guapos si cabe.... Y lo seguiremos siendo.

Hemos comenzado con otra tanda de quimioterapia, hemos entrado en otra fase de la enfermedad... pero nuestra vida sigue siendo la misma, nosotros seguimos siendo los mismos; quizás algunos días con más ojeras por dormir menos, pero es que vamos a más fiestas. Nadamos en más piscinas, participamos en más banquetes y trasnochamos más...Vivir es lo que tiene...

domingo, 8 de junio de 2008

Sumando ciclos

Y así fueron pasando los días, sumando viajes diarios a un hospital, semanales a otro...Sumando ciclos y restando cancer. Cada día una sesión de radioterapia, cada semana una quimio; un viaje al hospital, un ticket de aparcamiento, un rato en la sala de espera, y de vuelta a casa; unos día temprano, otros no tanto. Cada día, cada ciclo era una pequeña batalla ganada, una victoria frente al tumor y frente al temor, un paso más hacia la curación, hacia el final del túnel. Una bocanada de aire fresco.
Cada kilómetro recorrido en carretera, cada minuto de espera en una sala de hospital, nos ponían más cerca del final.

En ese camino, arrastrábamos las secuelas inevitables, las heridas de cada batalla, de cada día; las náuseas y el vómito, el malestar contínuo, el sueño, las mucosas -todas- irritadas, el pelo que se vuelve ralo y sin vida, el dolor de huesos, y el cansancio y la desgana que intentan siempre hacerse un hueco e instalarse en tu vida...
Pero a pesar de todo, notas cómo mejora, se acaban los sangrados, remite el dolor antes siempre presente, y sientes que cada día, ganas algo, aunque entregues algo a cambio. Sientes que intercambias vida por cada náusea, por cada hueso que duele, por cada quemadura en la piel, por cada kilómetro, por cada gota de quimio que entra en tu cuerpo...

Y de pronto, un día, llegas a la sala y te dicen que hoy es tu última sesión de radio, que has terminado...que ya pasas a las revisiones...no más viajes diarios, no más salas de espera cada día. Tú ya lo sabías, cómo ibas a olvidarte si tachas todos los días en el calendario cada sesión, cada rayo que te dan, cada analítica y cada suero, cada ticket el parking... Pero hoy... hoy te toca a tí despedirte de los demás, de los que quedan esperando, de los que siguen sumando y restando...Hoy la cara alegre y triunfal es la tuya. Ya estás por fin en otro nivel.
Ahora, otra incertidumbre...comprobar cómo de efectivo ha sido el tratamiento. Pero eso será otro día...por delante, varias semanas de vacaciones, de descanso, de no más viajes ni esperas, de tener todo una eternidad de tiempo por delante para tí y los tuyos. Sólo unas semanas, pero eternas...

lunes, 2 de junio de 2008

Presunto viudo...

Fue curioso, ver cómo la gente cambió rdicalmente la forma de tratarnos; y de tratarme...
De repente, ya no era yo, o no era ya solamente yo; era el marido de una enferma de cancer; era un amante y sufridor esposo; me habia convertido en un "presunto viudo".

Miradas furtivas, silencios repentinos, que se rompían al volver la espalda, caras y gestos entre amistosos y condescendientes, entre comprensivos y cariñosos, pero siempre intentando mantener el tipo y la compostura.
Algunos, los menos, procuran mantener una distancia que les evite el mal rato y el desasosiego; otros ,decididos, vienen a tu encuentro, con la mirada, los brazos y el corazón abiertos. Los hay que han pasado por algo semejante, y se ven reflejados en tí. Y se ve en su mirada cuando te hablan.

Un presunto viudo suscita una ola de simpatía -más si se tienen hijos pequeños- que le hace merecedor de halagos y de atenciones. Queda revestido de un halo de casi santidad, que lo envuelve y que hace que se olviden todos los errores pasados; uno es mejor persona siendo presunto viudo; es más guapo y hasta más alto, diría yo. Todo tiene disculpa, en caso de cometer algún error, y la culpa siempre es del estrés, del dolor, del agotamiento... Eres el centro de atención. Llevar adelante una casa, unos hijos, una mujer imposibilitada por la enfermedad...toda una heriocidad. Uno se convierte casi en leyenda.

Casi casi diría, que se puede llegar a apreciar y a disfrutar, en algunos momentos, del estatus de "presunto viudo", ante las innumerables ventajas que, temporalmente, presenta...

Tengo miedo....

Tengo miedo. A veces es un miedo sordo, contínuo; un compañero de viaje íntimo y desolador, del que no puedes escapar. A veces es un miedo agudo, inmediato, ansioso, que te aplasta y te consume.
Al principio fue el miedo a la muerte de mi mujer, a la horfandad de mis hijos; luego, miedo al dolor y al sufrimiento innecesario, inútil. Miedo al dolor inmediato de las pruebas. Miedo a las secuelas, al avance del cáncer, miedo a la incertidumbre. Miedo a las recaídas, a las recidivas.

Y ahora tengo miedo, un miedo tremendo a no estar a la altura, a no ser capaz de soportar la presión, a no poder adaptarme a los cambios; miedo a huir. A intentar escapar. Miedo de despertarme un día pensando que ésta no es mi vida; que no me la merezco...Que si ella no puede por qué yo no...
El miedo se subió conmigo en el coche el primer día, y desde entonces me acompaña, más o menos visible, pero siempre presente. A veces es un miedo compartido, y a veces es un miedo en solitario, oculto, como una suerte de onanismo, involuntario, pero puntual y cierto.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Una nueva rutina

Y así, entramos en otra rutina, extraña, ajena, impuesta como una condena...pero necesaria, esperada y necesitada.Las salas de espera, las citas, las pruebas, las esperas; largas e interminables esperas...Es curioso, cómo sin darte cuenta, te conviertes en todo un "especialista " en salas de espera y en tiempos muertos...Siempre preparado para una espera de cinco minutos o de cinco horas, da igual...El periódico, un libro, el mp3, la PDA -que igual te sirven para anotar los datos médicos y las citas, que para jugar a las cartas o para ver una película....- se convierten en tus compañeros necesarios e imprescindibles...habituales, íntimos e inseparables.

Pero antes de eso, la tormenta, las prisas por hacerlo todo ya..., la frustración por la necesaria e inevitable demora para las citas, para las pruebas, para los resultados...el desconocimiento del proceso y de cómo va a ser tu vida y la de tu familia a partir de ahora hace mella. No entiendes el por qué no te hacen ya la prueba que necesitas...¿cómo voy a esperar? ¡no puedo esperar...tengo cancer...! Hasta que alguien o algo, te hacen ver que sí...que puedes esperar, que hay un tiempo necesario e inevitable -que se hace eterno- hasta que un día te dicen que vas a iniciar el tratamiento.
Por fín....ya le han puesto apellidos al cancer, ya sabemos el tratamiento y la duración... Ahora, la espera...otra espera, pero esta vez descontando días, para terminar los ciclos de radioterapia y de quimioterapia...Un viaje todos los días a una sala, tambien de espera, donde estaremos una hora o siete, y vuelta a casa, haciéndole una marca al calendario, tachando días...Otra rutina.

Y en ésas esperas, las caras de la gente, que se van haciendo familiares, unas que llegan nuevas, otras que desaperecen con más o menos fortuna...en unas se ve el cansancio de toda una eternidad de luchas y de esperas; en otras, el desaliento y la desesperanza, la entrega...Otras muestran la determinación, la lucha, el desafio a una situación y a una vivencia impuestas, que no son las tuya. Las risas de unos contrastan con el abandono y la indolencia de otros, la paciencia, con la airada queja, la mirada huidiza de unos, con la sonrisa franca e invitadora de otros... Es como un viaje en común, del que no sabes cuando vas a apearte...ni de qué manera.
Solo sabes en qué vas a ocupar el tiempo de espera de hoy, y el de mañana...

domingo, 25 de mayo de 2008

Nada vuelve a ser lo mismo...

Desde ese momento, nada volvió a ser lo mismo. Toda la rutina, toda tu seguridad, todo tu ser sufren un vuelco, se trastocan, se desubican. Solo se vive para las pruebas, las citas médicas, los resultados y los tratamientos. Intentas hacerte una idea de lo que se te viene encima, intentas calcular el tiempo que va a durar todo, como un intento de controlar algo, pero es inútil...Pocas cosas puedes controlar. Una de las pocas cosas que por suerte pudimos controlar era el entorno en la casa. Los niños. Cómo se lo decimos...Les contamos que su madre estaba enferma, que necesitaría ir todos los día al hospital, que había días que se quedaría ingresada, que así estaríamos bastante tiempo...Hasta que un día, uno de ellos pregunta "...¿mamá...eso que tú tienes es eso que dicen del cáncer?" "Si, hija, si...éso es." "Y... ¿te vás a curar?" "Pues claro..."

Luego intentas recuperar "algo" de rutina...los deberes del colegio, no estar todo el día en la cama... disimular...sobre todo disimular el agotamiento, la desesperanza, las lágrimas, el miedo...la angustia que se acuesta a tu lado todos los días, y que se levanta contigo, mordiéndote el alma y las tripas...

viernes, 23 de mayo de 2008

Parece que hace una eternidad...

Parece que fue hace mucho tiempo... casi una eternidad, cuando oí las palabras en boca de un compañero..."lo de tu mujer ha salido mal, muy mal...tiene un cáncer..." De repente, todo se volvió confuso... se difuminaban los sonidos, las caras, no sabía si estaba sentado o de pié... solo resonaban esas palabras "...ha salido mal.....tiene un cáncer...cáncer...ha salido mal..." Era tal el vacío abierto a mis pies que ni siquiera podía seguir las explicaciones que me intentaban dar... "espera, espera...no sigas...voy a por mi mujer y nos lo cuentas a los dos...ella tiene que saberlo." Fue el viaje más largo que he hecho nunca, el más amargo, el más desierto... 10 minutos en coche que cambiaron todo. Absolutamente todo.

Hace una eternidad de tan solo dos años. Todo empezó con un pequeño sangrado...una leve metrorragia...una ectopia en el cuello del útero que no mejoraba...y unas citologías negativas, hasta que por fín, la biopsia, tras el intento de conización, dió la cara. Una cara amarga, rotunda, desafiante, arrolladora, despiadada y cruel.
Cáncer... de cuello de útero. Mi mujer tiene cáncer. Mi familia tiene cáncer.

Y ya en casa...la cara de mi mujer, inocente, confiada..."¿Qué tal...qué te ha dicho...?" "Cariño... tenemos que irnos al hospital, nos están esperando...Tienes un cáncer."
Entonces el llanto, la rabia contenida, la desesperanza y el miedo entraron en la habitación para adueñarse del momento, para arrebatarnos por un instante un trozo de nuestra vida...